Si además a esto (coma) se sumaba lo temprano de la hora y la mala disposición con la que se había levantado, el simple requerimiento lo llevaba a un estado de paroxismo. O eso al menos (coma) podía deducirse por la manera en que se retorcía de rabia, escupiendo culebras por la boca. Las culebras eran de la variedad fonética, pero cargadas de veneno lo mismo. Mac, a quien hacia tiempo que ya no impresionaban semejantes demostraciones, lo abandonó a sus reniegos y echó a correr hacia recepción. El desconocido se giró al escuchar la campanilla de la puerta. Tanto él como la muchacha suspiraron con evidente alivio: Mac, ostentando la sonrisa del gato que se ha comido la nata, porque su abuela no estaba cerca para entrometerse, y el forastero… el forastero sólo Dios sabía la razón.