Última entrega de la “Trilogía de las llaves”.
Como pudimos comprobar en los dos libros anteriores las elegidas para la misión de encontrar las tres llaves que liberarán a las “Hijas de Cristal” de su largo encierro (tres mil años) son: Malory (“La llave de la luz”); Dana (“La llave de la sabiduría”) y por último la protagonista de esta historia Zoe (La llave del valor). Rowena y Pitt les confían esta misión a cambio de una gran suma de dinero; pero sino lo consiguen perderán un año ,sin determinar, de sus vidas. Tanto Malory como Dana han logrado sus objetivos, ahora es Zoe la que debe demostrar que puede hacer frente a lo que se avecina.
Nuestra protagonista es una mujer que no ha tenido una infancia fácil, y su vida adulta tampoco ha sido un lecho de rosas. Siendo una niña su padre abandona el hogar familiar dejando atrás a su mujer y cuatro niños, a partir de ese momento la madre tendrá que trabajar duramente para que su familia pueda salir adelante. Pero eso implica que Zoe conocerá de primera mano lo que cuesta conseguir las cosas, que nada se logra sin trabajo y que la vida es muy difícil cuando no tienes dinero y debes enfrentarte al día a día. En su adolescencia, cree que por fin logrará la familia y el bienestar que busca, cuando se enamora de James, hijo de una familia adinerada de la zona, sólo que nada resulta como esperaba y de esa relación lo único que queda es su adorado hijo, Simon. Con esfuerzo y constancia poco a poco alcanza alguna de las metas que se propuso, pero en el camino han quedado muchos sueños, deseos y esperanzas que no se han cumplido y quizás nunca lo hagan.
Bradley, está situado en el lado contrario de la línea; ha tenido una infancia fácil, acomodada y feliz, en una familia adinerada que lo ha tenido todo y al que la vida ha sonreído. Pasado un tiempo regresa al valle donde nació para expandir el negocio familiar, y se encuentra a la mujer de sus sueños : Zoe. Desde que la conoce se siente irremediablemente atraído por ella aunque no tenga motivos, puesto que la chica no le hace demasiado caso, incluso en algunos momentos la presencia de este hombre parece que le molesta.
Dos personas muy diferentes, de clases sociales distintas, que tienen poco o nada en común están embarcados en la búsqueda de la última llave. Y mientras que Bradley se entrega al cien por cien, Zoe se retrae y se protege más que nunca. Su forma de ser y la vida que ha llevado le han enseñado a no depender de otros y quizás por eso este libro pierde la alegría y el entusiasmo de los anteriores; la mayoría de las acciones de Zoe eclipsan todo lo demás, es como si en esta lucha se encontrase sola, exactamente igual que en otros momentos decisivos en su vida.
El libro me ha gustado, pero encuentro que la relación se ha quedado corta. Ella es demasiado intensa y Bradley me recuerda a un nórdico, que abriga pero no pesa. Es un personaje masculino bien retratado y sin embargo la escritora lo deja entre tinieblas, siempre listo para ayudar, pero sin darle el peso que merece, aquí la guerrera es Zoe. Además durante toda la lectura no he podido dejar de comparar a Bradley con otro personaje de Nora Roberts (Byron DeWitt – Compartir un sueño) y por eso no he podido disfrutarlo. La historia está bien, pero se hace más pesada que los libros anteriores, las apariciones de las otras parejas están bastante diluidas, aunque hay momentos muy buenos y alguno que ha conseguido enternecerme, pero desde mi punto de vista es el libro más flojo de la trilogía.
Destacaría la relación Bradley - Simon, como una de las más tiernas y divertidas que he leído. Sin embargo la pareja Zoe - Bradley me ha resultado fría.