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| Caleb | |
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yuls
Cantidad de envíos : 84 Fecha de inscripción : 04/07/2011
| Tema: Caleb Mar Nov 20, 2012 11:27 pm | |
| Bueno os dejo algo en lo que estuve trabajando hasta que decidí darme un respiro de tanta lectura jajajaa. Tengo que ponerme al día...
PRÓLOGO
El clamor de las callejuelas atestadas de soldados, de hombres y mujeres, de niños que se amontonaban para poder observar mejor el espectáculo era atronador. El hedor de la sangre se entremezclaba con los olores especiados del mercado de la ciudad, con el recuerdo del olor de los olivos agitados al aire. El ambiente era bochornoso y no sólo por el sol ardiente que parecía calentar como si estuviesen en el infierno, sino también por una angustia que crecía de lo más hondo de la tierra y que él mismo podía reconocer.
Seguía a la procesión, mientras veía como las gentes de Jerusalem se apiñaban alrededor del cuerpo ensangrentado del hombre. No necesitaba apretujarse entre ellos, no necesitaba hacerse un hueco, porque instintivamente se apartaban para dejarle paso sin reparar en su figura imponente. Llevaba una tosca túnica de lino y una capa de color grisáceo para no llamar la atención, aunque en aquel momento esa era su última preocupación. Los colores de su atuendo se correspondían con su propio estado de ánimo, su corazón rugía mientras dentro de él sentía que se rompía algo que no podría recuperar. Avanzaba despacio, al mismo ritmo que el reo. Toda su vida terrenal había estado ligada a él y si ésta debía acabar, seguiría a su lado hasta al final, aunque no pudiese hacer nada.
Una figura solitaria llamó su atención desde el otro lado del pasillo improvisado por los soldados del prefecto. No le hizo falta ninguna indagación, sabía perfectamente quien era y que hacía allí. La llevaba percibiendo desde la mañana. Los ojos de ella se encontraron con los suyos. La conocía bastante aunque no podía decirse que fuesen muy amigos. En un instante todo se paralizó: soldados, hombres, mujeres, ... hasta el aire permanecía pétreo. Todos ellos parecían esculturas dibujadas en un tapiz siniestro.
- Sabía que estarías aquí, Caleb- murmuró una voz neutral, fría como el hielo, a su espalda. Quienes no la conociesen, podrían pensar que era fruto de algún tipo de animadversión pero ¿qué otra cosa podía esperarse de ella?.
- ¿Qué quieres que te diga, Mavet1*?- contestó él, girándose para poder hablarle cara a cara. Era una mujer muy hermosa, con cabellos largos de color negro azulado, como si pudiese reflejar el color del cielo. Su estatura era considerable, casi igual a la suya y tenía los ojos de un gris tan pálido que a veces parecían transparentes.
- No lo sé. En momentos como éstos en que veo inclinar la balanza es difícil mantenerse en medio
- ¿De verdad?- preguntó él con un sarcasmo del que nunca había sido capaz.
Los ojos de ella se clavaron en los de suyos intensamente aunque sin abandonar aquella frialdad que la caracterizaba. - No olvides que en momentos como éstos yo soy la salvación y no el castigo- dijo antes de desaparecer de su vista mientras el aire volvía a pulular y los gritos e insultos inundaban de nuevo sus oídos.
Caleb se giró y volvió a caminar despacio, silencioso. La angustia a medida que veía los azotes, los insultos, las humillaciones, fue convirtiéndose en un sentimiento más fuerte, algo que ardía y dolía dentro de su pecho. Algo que no había sentido nunca. Algo humano.
La procesión se detuvo varias veces pero sólo una vez más él desvió su atención. Cuando estaban ya a la salida de la ciudad un centurión golpeó al reo haciendo que cayera al suelo. Una jovencita que parecía casi una niña apareció en la procesión. Llevaba una túnica azulada con un manto blanco. Era pequeña y parecía muy frágil. No era especialmente llamativa pero había algo en ella tan prístino, tan inocente que destacaba en aquel sórdido momento.
Traspasó la columna de soldados que se interponían ante ella, sin que nadie se atreviese a detenerla. Se arrodilló al lado de la figura derrumbada y se giró hacia él. Así Caleb pudo ver que llevaba una vasija. El reo incorporó la cabeza y la miró. Mientras él tomaba la vasija con agua, ella recogió un trozo de tela que llevaba enroscado en su muñeca y le limpió la sangre que le corría por las mejillas. En su expresión vio una compasión y una dulzura que alivió de alguna manera la angustia que lo carcomía por dentro. El momento no duró mucho, pues uno de los hombres la forzó a apartarse mientras obligaban de nuevo a los condenados a ponerse en marcha.
La ascensión hacia a la cima del Gólgota fue a penas un suspiro. Caleb observó todo tratando de mostrarse frío, imperturbable. Él no era quien para cuestionar sus designios, él no debería cuestionar nada. La crucifixión pasó y mientras todos esperaban el desenlace alrededor de las tres cruces, un intenso escalofrío le recordó que no estaban solos. Allí había algo más.
Observó atentamente hasta fijarse en un centurión que esperaba sentado junto con otros tres hombres en unas piedras entre la gente y los condenados. Parecía joven y muy confundido. Detrás de él había una sombra que parecía susurrarle al oído. Caleb distinguió la figura negra. Sabía lo que era aunque no podía augurar quien era exactamente. En su corta estancia allí, nunca se había encontrado a ninguno. “Aún no es tu tiempo” le había dicho su maestro. No era él quien tenía que enfrentarse a ellos.
La sombra pareció notar algo, porque se incorporó abandonando al muchacho y miró a las gentes que todavía quedaban allí. Caleb se dio cuenta en el mismo momento en que aquello le miró, que lo había reconocido. Tenía unos ojos negros, tan oscuros y vacíos que parecían los de un cadáver. Su boca se curvó en una sonrisa y al instante estaba a su lado.
- ¿Has venido a ver el espectáculo, Malachim2*?. ¿A qué es encantador?- susurró la bestia a su lado mientras fijaba su mirada al frente.
- ¿Qué estabas haciéndole al soldado?- preguntó Caleb pasando por alto las preguntas y la diversión de la sombra
- ¿Quieres que te lo muestre?. El muchacho se llama Longinus, es de Roma pero su padre lo ha obligado a venir lejos porque quería hacer de él un hombre- explicó sabiendo que eso lo convertiría en algo más personal.
Caleb vio como la sombra volvía al lado del muchacho y de alguna manera pudo escuchar todo lo que decía a pesar de que se encontraba muy lejos. “ Vamos, por qué deberías estar aquí esperando cuando es evidente que ya está muerto. Y sino lo mejor es asegurarse de que lo esté para así poder volver a la casa y descansar. Ésto es una completa pérdida de tiempo. Levántate y asegurate de que está muerto, luego podrás volver. Tu padre estará orgulloso de ti. No seas cobarde. Hazlo...”
El muchacho miraba alternativamente a la cruz y a sus compañeros, nervioso, confuso. Su superior los había dejado allí solos. La sombra continuó emponzoñando su alma, repetía y repetía su discurso, tentando, usando sus debilidades contra él.
Longinus se levantó de un salto asustando a sus compañeros que se incorporaron a la misma velocidad pensando que alguien los amenazaba. Cuando observaron que todo seguía tranquilo volvieron su vista al joven que levantaba su lanza del suelo y se encaminaba hacia la cruz.
- Pero ¿qué ocurre?- preguntó el soldado que había a su lado mientras le observaba. - Voy a asegurarme- contestó él parcamente. Sólo ese soldado le siguió, pues eran amigos desde que habían llegado a la provincia. Longinus se situó debajo del cuerpo inerte mientras la sombra continuaba azuzándolo.
- ¿Vas a asegurarte de que?- continuó el soldado observando como su amigo levantaba la lanza. Voy a asegurarme de que ha muerto y así podremos irnos. Ahora déjame en paz- nunca Longinus le había hablado así.
Caleb cuyas extremidades no podían soportar más aquella pasividad, avanzó entre la gente para acercarse más y concentrarse en el amigo del muchacho. Cerró los ojos dejando que la energía fluyese por él. Las reglas daban libertad a los humanos para decidir. “El libre albedrío” lo llamaban. Pero éstas no impedían sugerir, convencer.
- ¿Por qué?. En poco tiempo estará muerto. ¿Qué necesidad hay?
- ¿Acaso eres un cobarde Kaeso?. No esperaba eso de ti- las palabras de Longinus molestaron a su amigo que se apartó de él. La sombra también se alejó para observarlo todo mejor.
Mientras Caleb abría de nuevo los ojos Longinus echó atrás su hombro y con un golpe de todo menos limpio hundió la lanza en el costado del moribundo. Sus ojos estaban desencajados mientras la sangre le salpicaba, mientras el sol se oscurecía y nubes negras se retorcían en el cielo. Los truenos empezaron poco después, haciendo que todo el mundo se olvidase de lo que ocurría para salir corriendo colina abajo en busca de refugio. Apenas un par de hombres y mujeres permanecían allí, llorando la vida que acababa de arrebatarse.
Caleb enfurecido vio como la sombra sonreía, como fijaba sus ojos en él y sonreía. Caminó unos pasos hasta encontrarse con el ser. Sintió como todas las emociones y sentimientos del día empujaban con fuerza en su pecho. Toda la angustia y la furia junto con la impotencia que se revolvía en su interior se volcó en aquella figura oscura.
- ¿Cuál es tu nombre?- inquirió con voz profunda cargada de autoritarismo y dolor
- Mi nombre es Alastor- respondió antes de desaparecer sin que sus risas abandonaran el lugar.
- Te encontraré, Alastor- murmuró para si. - No me importa lo que tarde, no me importa lo que me cueste. Te encontraré.
Antes de marchar clavó los ojos en el centurión, que le miró a través de las manchas de la roja sangre que corría por todo su uniforme. En ese momento supo que él ya tenía su castigo, un castigo peor que la muerte. Se giró y abandonó el lugar sin mirar atrás.
*1Mavet = muerte en hebreo *2Malachim = ángel en hebreo
Última edición por yuls el Jue Nov 22, 2012 2:09 am, editado 6 veces | |
| | | Joana Miembro del "Club Albariño"
Cantidad de envíos : 1884 Fecha de inscripción : 29/08/2009 Edad : 57 Localización : En Belfast... de momento...
| Tema: Re: Caleb Miér Nov 21, 2012 7:35 pm | |
| Yuls, niña, esto lo tienes que continuar sí o sí. Si necesitas una pausa, hazte un kit-kat, pero no dejes la historia colgada, pleeeeeeease! | |
| | | anarion Miembro de "La Familia"
Cantidad de envíos : 4681 Fecha de inscripción : 29/08/2009 Edad : 50 Localización : Moaña
| | | | Joana Miembro del "Club Albariño"
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| Tema: Re: Caleb Miér Nov 21, 2012 8:51 pm | |
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| | | anarion Miembro de "La Familia"
Cantidad de envíos : 4681 Fecha de inscripción : 29/08/2009 Edad : 50 Localización : Moaña
| Tema: Re: Caleb Miér Nov 21, 2012 10:46 pm | |
| cómo que dónde? pues en el listado de temas del foro, el de este post sale negro | |
| | | Joana Miembro del "Club Albariño"
Cantidad de envíos : 1884 Fecha de inscripción : 29/08/2009 Edad : 57 Localización : En Belfast... de momento...
| Tema: Re: Caleb Miér Nov 21, 2012 11:05 pm | |
| Vale, ya lo vi. Bueno, igual Yuls lo ha puesto negro a posta ¿no?
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| | | yuls
Cantidad de envíos : 84 Fecha de inscripción : 04/07/2011
| Tema: Re: Caleb Jue Nov 22, 2012 1:08 am | |
| No tengo ni idea si lo puse o no, voy mirarlo tengo mania de poner todos los titulos en negrita asi que fijo....
Lo continuo el finde, es que el capitulo 1 lo estoy cambiando que no me mola como quedó. | |
| | | anarion Miembro de "La Familia"
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| | | | yuls
Cantidad de envíos : 84 Fecha de inscripción : 04/07/2011
| Tema: Re: Caleb Jue Nov 22, 2012 1:15 am | |
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| | | anarion Miembro de "La Familia"
Cantidad de envíos : 4681 Fecha de inscripción : 29/08/2009 Edad : 50 Localización : Moaña
| | | | yuls
Cantidad de envíos : 84 Fecha de inscripción : 04/07/2011
| Tema: Re: Caleb Jue Nov 22, 2012 1:19 am | |
| - Citación :
- Ya que vas a cambiar cosillas lol! lol!
Citación: El ambiente estaba era bochornoso y no sólo por el sol ardiente Hecho. Seguro que tengo una pila de cosas raras. Asi que no os cortéis de verdad. Tengo mogollón de ideas de relatos pero mi manera de redactar es un poco desastrosa | |
| | | anarion Miembro de "La Familia"
Cantidad de envíos : 4681 Fecha de inscripción : 29/08/2009 Edad : 50 Localización : Moaña
| Tema: Re: Caleb Jue Nov 22, 2012 1:28 am | |
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| | | anarion Miembro de "La Familia"
Cantidad de envíos : 4681 Fecha de inscripción : 29/08/2009 Edad : 50 Localización : Moaña
| Tema: Re: Caleb Jue Nov 22, 2012 1:44 am | |
| - yuls escribió:
- No necesitaba apretujarse entre ellos, no necesitaba hacerse un hueco, porque instintivamente se apartaban para dejarle paso sin reparar en aquella su figura imponente.
Una figura solitaria llamó su atención desde el otro lado del pasillo improvisado por los soldados del prefecto. No le hizo falta ninguna indagación, sabía perfectamente quien era y que hacía allí. La llevaba percibiendo desde la mañana. Los ojos de ella se posaron en encontraron con los de él suyos. La conocía bastante aunque no podía decirse que fuesen muy amigos. En un instante todo se paralizó (dos puntos) soldados (coma) hombres, mujeres (puntos suspensivos. Para añadir dramatismo, jaja) hasta el aire permanecía pétreo. Todos ellos parecían esculturas dibujadas en un tapiz siniestro.
- Sabía que estarías aquí (coma) Caleb- murmuró una voz neutral, fría como el hielo, a sus espaldas su espalda (no es que sus espaldas esté mal, pero en singular queda mejor. El plural es más para carga ). Quienes no la conociesen, podrían pensar que era fruto de algún tipo de animadversión pero ¿qué otra cosa podía esperarse de ella?.
- ¿Qué quieres que te diga, Mavet1*?- contestó él (coma) girándose hacia la figura que ahora estaba a su espalda (lo suprimiría por innecesario, ya dices antes que estaba a su espalda) para poder hablarle cara a cara. La imagen que daba (suprimiría. Porque la estás describiendo, y eso no encaja, otra cosa es que empieces así y termines la descripción con un "pero su forma real era la de un sapo verde ) era la de(al cargarnos lo anterior, tenemos que cargarnos esto también) una mujer muy hermosa, con cabellos largos de un (suprimiría) color negro azulado (coma) como si pudiese reflejar el color del cielo. Su estatura era considerable, casi igual a la suya y tenía los ojos de un gris tan pálido que a veces parecían transparentes.
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| | | yuls
Cantidad de envíos : 84 Fecha de inscripción : 04/07/2011
| Tema: Re: Caleb Jue Nov 22, 2012 2:13 am | |
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| | | Joana Miembro del "Club Albariño"
Cantidad de envíos : 1884 Fecha de inscripción : 29/08/2009 Edad : 57 Localización : En Belfast... de momento...
| | | | yuls
Cantidad de envíos : 84 Fecha de inscripción : 04/07/2011
| Tema: Re: Caleb Jue Nov 22, 2012 11:48 pm | |
| Que benévolas sois!!! Este finde prometo continuar. A ver si me dejan tranquilina a mi rollo jajaja | |
| | | yuls
Cantidad de envíos : 84 Fecha de inscripción : 04/07/2011
| Tema: Re: Caleb Dom Dic 02, 2012 11:16 pm | |
| Perdón por la tardanza, no he podido revisar el capítulo porque no he tenido tiempo. Decirme si os parece muy enrevesado. Y por la tardanza pongo también el segundo:
CAPÍTULO I
2000 AÑOS DESPUÉS MADRID
Cuando bajó la mirada hacia su regazo se dio cuenta de que la pierna le temblaba de manera incontrolada. El miedo, los nervios y la anticipación estaban a punto de dar al traste con todo el momento. Se había dado cuenta de que iba pasar en cuanto notó como la miraba. David y ella llevaban casi un año saliendo y aunque no estaba segura de aquello se dijo que debía ser valiente. Ella le quería y él tenía que quererla. Todo iba a ser perfecto. Se reclinó en el sofá y dejó que la besara. Sus padres confiaban en ella y su hermano se había ido con unos amigos así que tenían tiempo. Ana sabía que no era una gran belleza, al revés, su pelo oscuro y sus ojos castaños eran de lo más vulgar y su estrecha figura no era de las que despertaban el deseo de los chicos pero cuando David la miraba eso se le olvidaba. Era cuatro años mayor que ella y tenía mucha experiencia, pero aún así la besaba con ternura, con una suavidad que la hacían confiar más en que aquello iba salir bien.
La hizo apretarse más contra el sofá y se inclinó sobre ella con una mirada ávida. Su beso se volvió más ardiente pero ella trató de relajarse, aquello era lo normal. David presionó su torso contra ella y le metió una mano por debajo de la camiseta acariciando su vientre y luego subiendo hacia sus pechos. Cuando le rozó el pezón ella se asustó y trató de apartarse, pero él la abrazó tranquilizándola. - No te preocupes, no voy a hacerte daño- susurró contra su oído antes de poner un cojín en uno de los brazos del sofá y hacerla tumbarse del todo.
Ana trató de relajarse mientras el peso de David se imponía sobre ella. Volvió a besarla con suavidad pero entonces algo cambió. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral mientras el aire alrededor de ellos se volvía frío. La mirada de David mutó hacia una expresión malvada, ansiosa, que recorrió su cuerpo con lascivia. Él se tumbó sobre ella obligándola a separar las piernas y entonces se apoderó de su boca con un beso agresivo, inundándola con su lengua. Ana trató de apartarse, pero él le sujetó los brazos contra el mueble con una mano mientras con otra rasgaba su camiseta. El miedo la embargó y trató por todos los medios de liberarse pero su posición y la fuerza de él lo impedían. Cuando apartó la boca intentó gritar, le suplicó que la soltase, pero David parecía en trance.
Volvió a besarla para hacerla callar mientras con su mano libre le subía la falda, entonces se dio cuenta de lo que iba a ocurrir. Lloró y forcejeó con los ojos cerrados mientras el miedo le atenazaba la garganta, hasta que escuchó algo que la paralizó. Una voz oscura, profunda, desconocida. Abrió los ojos pero allí no había nadie. Los volvió a cerrar y mientras trataba inútilmente de defenderse entendió lo que la voz decía. “Hazlo, ella lo desea. Enséñale como puede ser”.
Su propio grito la despertó. Estaba sudando a mares. Hacía mucho tiempo que aquella pesadilla no la perseguía. Se giró y vio por la ventana que estaba anocheciendo. Se había quedado dormida. Tan sólo había querido descansar un poco, olvidarse de todo durante un rato. Aquel día era uno de esos que prefería no salir de la cama. Aún no entendía como había sacado fuerzas para ir a la universidad y cruzar media ciudad para comer con su hermano. Lo peor sin duda había sido tener que enfrentarse a sus preguntas. Sabía que lo hacía porque la quería, porque se preocupaba por ella, pero la verdad es que sólo lo empeoraba. Todos los años trataba de apoyarla, pero su versión de ésto, era un interrogatorio de cerca de una hora sobre su estado de salud, su ánimo, sus compañías. Entonces lograba que odiase su profesión y eso que no lo había conseguido ni el que fuese a buscarla al instituto con el uniforme de policía, ni que al patrullar hubiese consiguiese evitar que sus compañeros evitasen las clases.
Con el tiempo había tomado todo aquello como un trámite más. Sabía que si no iba, él llamaría a sus padres que se preocuparían, se presentarían allí y tendría que dar el doble de explicaciones. Después de todo sólo la habían dejado mudarse tan lejos porque su hermano había sido destinado allí, si les decía que ella estaba mal, tendría que volverse a casa corriendo. Además quizá forzándose a hacer todo eso quería creer que ya había pasado, que lo del tiempo lo cura todo era verdad. Pero en cuanto ponía un pie en casa, no podía fingir más. En éste caso se había ido directa a su habitación esperando que sus amigos olvidasen que aquel día tenía algo de especial.
Levantó la vista casi sin moverse de su posición, tapada debajo de una gorda manta rojiblanca con el escudo de su equipo de fútbol que su padre le había regalado, y cogió el móvil. Eran las ocho de la noche, había pasado casi tres horas durmiendo. Luego vio dos llamadas perdidas de casa. Sonrió. Mucho había esperado su madre. Se incorporó y escuchó por primera vez los ruidos que parecían venir del salón. No había tenido suerte. Lucía y Paula se habían acordado. Cerró los ojos un segundo y luego se levantó. Tenía que enfrentarse al mundo. Lo primero era llamar a sus padres. Marcó el número y sin haber pasado dos tonos, escuchó la voz suave y cariñosa de Meri.
- Hola cariño
- Hola mamá, vi tus llamadas. Es que cuando vine de casa de Carlos me quedé sopa en la cama. Ni siquiera escuché el sonido
- No te preocupes mi niña, lo importante es que hayas descansado. Ya me dijo Lito que comiste muy bien, pero que se te veía apagada- en ese momento escuchó la voz de su padre de fondo, gritándole para que comiese. - Que si zoquete, que ella come bien, deja a la niña.
- Tranquila mamá, es el tiempo, ya sabes. Dale un beso a papá.
- Claro cielo. Es que llega el invierno y no apetece nada. Tu padre y yo llevamos todo el día aquí encerrados que me dan ganas de matarlo. Tú descansa cariño, que tanto estudio te va a poner mala. Tú sólo haz lo que puedas y descansa. Pero ¿estás bien?
- Vale mamá. Te lo prometo. Si, estoy bien. No os preocupéis. El fin de semana próximo voy a veros
- Vale, así te llevas unos cuantos tupper que aquí tu padre como siga comiendo va a ser mejor hacerle un traje
Ana sonrió mientras escuchaba farfullar a su padre algo como “qué harías tú sin mi”
- Vale pero no te pases que la última vez casi estropeo el congelador. Adiós mamá. Te quiero
- ¿Que te he dicho de decir adiós?
- Hasta luego, hasta luego- su madre siempre insistía que el adiós tradicional sólo se decía cuando iba uno a morir, para ella era una palabra definitiva y nunca debía decirse en casa y menos a ella.
- Bueno anda cuidate cariño, te quiero. - Y cuando ya iba a colgar le soltó. - Ah! Ana.
- ¿Sí mamá?
- Feliz cumpleaños
No pudo evitarlo un escalofrío cruzó su espalda cuando escuchó esas palabras. Cuando reaccionó, llevaba un minuto en silencio escuchando el pitido del teléfono. Sacudió la cabeza tratando de bloquear ese sentimiento y se puso en marcha. Fue hasta una butaca que tenía en la esquina y cogió una manta azul de viaje. Al echarse vestida el frío de la noche invernal comenzó a colarse por sus huesos. A continuación inspiró hondo y decidió salir a ver que estaba pasando en el salón. Giró el pomo de la puerta pero cuando iba a abrir esta se cerró derrepente en sus narices. - ¿Pero que leches?
- Ana, tú tranquilita ¿ok?. Ya sabemos que no te gustan estas cosas, pero tus benditas compañeras de piso han decidido que no puedes pasar sin cierto evento que puede o no estar relacionado con el día de hoy.
- Vamos Iván, déjate de tonterías- contestó ella sonriendo. Le conocía desde el primer día de universidad, cuando sus padres se habían empeñado en ir con ella y vigilar cada pequeño detalle de su futura vida en la urbe. Cuando ellos habían parado al delgaducho Iván en el camino de entrada a la secretaría, él en vez de reírse de ella había tranquilizado a sus padres y después la había ayudado a encontrar sus clases. Aunque él también empezaba aquel año, había ido un mes antes para ponerse al día y preparar el curso
- Déjame terminar alegato, igual te convenzo y tengo una oportunidad de seguir vivo mañana
- Sólo dime que no han invitado a mucha gente y quizá me lo piense- murmuró contra la puerta
- Imagínate más algo tipo la película de la fiesta, nada parecido a las juergas de Paris Hilton y por supuesto he prohibido el reggeaton. Te lo pasarás bien. Confía en mi.
Ana se apoyó contra la pared y respiró hondo. No podía ser tan malo. Quizá conseguiría relajarse y enterrar sus malos recuerdos aún más hondo.
- Está bien, tienes un pase VIP de salida. ¿Les falta mucho para dejarme salir?
- No, con otra media hora ya podremos soltarte entre la fauna local. No ha venido Frank de la Jungla pero yo me he traído un palo por si acaso.
- Idiota- soltó divertida mientras iba al baño. Aprovecharía para prepararse un poco. Suponía por las pocas indicaciones de Iván que mínimo habían invitado a todos los de clase, así que no era plan presentarse con aquellas pintas.
En la media hora que le dieron se puso una camiseta de tirantes negra de su grupo favorito con los vaqueros que ya traía. Se lavó el pelo, lo planchó para que no pareciese que allí hacía unos minutos habían anidado estorninos y se matizó los ojos con un poco de eyeliner. Después trató de abrir la puerta y se encontró a Iván sentado en el suelo del pasillo justo al lado.
- Guau!! Así me gusta, baby- murmuró él mientras se levantaba
- Anda pelota- contestó ella empujándolo para que la dejase pasar. - Vamos a la selva, hakuna matata o lo que sea
- Ese es el espíritu- dijo él sonriendo
Juntos se encaminaron al salón mientras Iván iba chillando “hay moros en la costa”. Sin poder dejar de sonreír cruzó la esquina y entró en el salón donde unas quince personas comenzaron a cantarle el cumpleaños feliz. Con el ruido dio gracias a que sus vecinos de abajo, tres chicos que estaban estudiando para policías y compartían piso igual que ella, estuviesen también en la fiesta. Lucía se acercó y soltó un dudoso “sorpresa”, antes de abrazarla. Desde que había llegado hace casi un año para hacer un módulo se habían hecho muy amigas. A pesar de que sólo tenía dieciocho años cuando llegó, había sabido casi desde el principio que era una chica muy madura para su edad, lo que en los tiempos que corría era bastante extraño. En realidad la tenía por una hermana pequeña. Además habían hecho una especie de pacto; mientras ella le enseñaba las nuevas tecnologías y las nuevas cosas de moda, Ana le había enseñado el complicado mecanismo de la lavadora y el porque no se podía meter cosas congeladas directamente en la sartén. Se complementaban muy bien.
- No puedes matarnos, somos tus amigas, recuérdalo, mucho, mucho, mucho- le susurró al oído - No pasa nada, de verdad, quizá necesitaba ésto- sólo pensar las veces que había sonreído desde que se despertó ya valía la pena.
Entró en el salón dando las gracias, mientras escuchaba los chistes sobre la edad y como se estaba haciendo mayor. La mesa del comedor había sido colocada en medio de la estancia con un copioso pincheo a un lado y un surtido de bebidas al otro, los sofás estaban pegados a las paredes para dejar sitio en el centro, se había retirado la alfombra central que no veía por ningún lado y en la mesilla de centro se había colocado un portátil y unos altavoces que debían ser de Paula, ya que era una apasionada de la música.
- Tengo la mejor canción inaugural de cumpleaños que puedas haber imaginado- susurró una voz a sus espaldas.
- Como lo pasáis llevándome la contraria - contestó dándose la vuelta.
- Anda boba, sabíamos que estabas deseando una buena fiesta- murmuró risueña Vanesa. No le extrañaba que toda la idea de la fiesta fuese suya, ya que desde que había conocido a la monitora de aerobic nunca había podido seguirle el ritmo. A sus treinta años Vanesa era una pila duracell con patas, amante de la vida sana y de no parar quieta ni un segundo en todo el día. - Espera aquí, vamos a empezar la fiesta en condiciones Sin darle tiempo a responder cruzó la estancia hasta la mesa que usaban de centro en el salón y puso el ordenador en marcha. Luego subió el volumen de los altavoces y dejó que el sonido silenciara las voces de los presentes
Decir sí a ser libre, como el aire que respiro... a los momentos de... una vida que no pude... Decir sí a ser libre, como el aire que respiro... a los momentos de... una vida que no pude vivir.
- Ohhh, eres mala, muy mala- dijo Ana cerrando los ojos. Tanto les había dado la brasa con su grupo favorito que ahora se volvía en su contra. Mientras escuchaba una de sus canciones favoritas, Iván le trajo un margarita. En ese momento se sintió verdaderamente agusto, por lo que decidió no resistirse más a la fiesta. No siempre tenía que pasar algo malo, ella podía ser normal como todas las demás chicas. Cualquier mal recuerdo fue apartado hacia donde no molestase. Una hora después sólo luces, buena música y risas traspasaban su consciencia.
Cuando despertó sintió un profundo dolor de cabeza. Trató de sujetarla con la mano, como si eso evitase que las ráfagas de malestar no se dispersasen por su cuerpo. Intentó moverse y al hacerlo se dio cuenta que estaba tumbada sobre algo duro, eso no era su cama. Además un olor metálico invadió sus fosas nasales. Consiguió con esfuerzo apoyarse en un codo y abrió los ojos. Al principio sólo vio el color granate de la tapicería de su sofá, pero al dirigirse hacia el suelo vio una especie de manchas rojas. El dolor la hizo apoyarse sobre el respaldo, pudiendo ver así toda la estancia. En el primer momento creyó que estaban dormidos, la fiesta había estado muy bien, lo último que recordaba era que todos se divertían. Después se fijó en las manchas. De la mesa caía un líquido espeso de color rojo. No podía ser. La imagen se nubló. Al bajar la mano vio que también estaba manchada. Trató de enfocar pero no podía, lo último que vislumbró fue una figura conocida acercándose a ella. - Lo has hecho muy bien- le susurró la voz al oído mientras sentía el aliento en su mejilla. Después todo se quedó negro.
Última edición por yuls el Dom Nov 30, 2014 9:46 pm, editado 4 veces | |
| | | yuls
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| Tema: Re: Caleb Dom Dic 02, 2012 11:24 pm | |
| CAPÍTULO II
NEW YORK UNA SEMANA ANTES 01:00 a.m
Richard Maddows era un ejecutivo de ventas recientemente ascendido cuando entró en aquel callejón, cuando salió se había convertido en un asesino.
Siempre había sabido que había algo oscuro en él, desde que de pequeño jugaba a pinchar insectos con agujas, pero nunca lo supo tanto como cuando apareció la voz. Esa voz oscura que le repetía una y otra vez lo que tenía que hacer, lo que pensaba la gente, lo bueno que sería si le hacía caso. Ella había aparecido de la nada hacía un par de meses y poco a poco se había hecho más y más tangible. Nunca había hablado a nadie de la voz, pues sabía que pensarían que necesitaba un loquero, y él estaba seguro de que no era ningún chiflado.
Cuando llegó al bar donde habían comenzado la celebración de su ascenso la voz había cobrado fuerza y más fuerza, demasiada para resistirse. Las palabras se arremolinaban en su cabeza dándole la sensación de que mil agujas le perforaban el cráneo, hasta que su mirada se centró en una chica. Entonces todo se quedó de repente en silencio, como si hubiese logrado encontrar el interruptor.
La mujer era del tipo que le gustaban a él: rubia, menuda, y con pocas curvas. Richard se había sentado en la barra con su copa y la había observado durante más de media hora. Sus amigos ya medio borrachos no se dieron cuenta de cuando él abandonó el bar detrás de la rubia. Ella parecía algo mareada y la vio acercarse a una pared y sacar el móvil, supuso que para llamar a un taxi. Entonces sintió como algo le empujaba hacia ella. La deseaba de una manera obsesiva y la voz se lo repetía. Cuando se acercó a ella y le ofreció ayuda, su sonrisa le confirmó que ella también lo deseaba, no necesitaba más afirmación. Richard la sujetó del brazo como si fuera a ayudarla, pero en vez de ello la arrastró con rapidez hasta el callejón más próximo. Un recoveco oscuro entre dos edificios. La sangre le bullía por todo el cuerpo a mil por hora, no recordaba haber estado tan excitado nunca. Con la excitación no sentía el ruido de los coches que cruzaban la calle, ni el olor nauseabundo de la basura desperdigada.
La llevó hasta un cubo volcado y la apoyó allí mientras oteaba el callejón. En ese momento ella debió de reaccionar y al verse atrapada comenzó a patalear, pero el alcohol que había ingerido hacía que sus movimientos fuesen torpes. Richard la sujetó enfadado, ella no debía resistirse ya que lo quería tanto como él, así que se puso a horcajadas sobre ella y escuchó como la voz le gritaba que ella no era más que una furcia, una calientabraguetas. Richard cada vez más furioso puso las manos a cada lado del cuello de ella y apretó y apretó hasta que la mujer dejó de retorcerse. Una sensación de regocijo le recorrió el cuerpo cuando sintió como la voz se callaba, pero sólo durante unos segundos, después empezó a escuchar un ruido bien distinto, como una risa. Las carcajadas fueron subiendo de nivel en su cabeza hasta que tuvo que apretar las manos contras sus oídos. Con aquel sonido llegaron la rabia y el miedo, así que se levantó del cuerpo inerte de la chica y salió disparado del callejón.
Cuando cruzó la esquina pensó en seguir corriendo hasta encontrar un taxi pero un cuerpo se interpuso entre él y la calle. El cuerpo que parecía un muro de hormigón se quedó parado frente a él mientras Richard trataba de distinguir la forma. La luz de una farola le daba desde atrás, así que el ejecutivo sólo podía ver una sombra enorme que comenzaba a caminar en su dirección tapando su única vía de escape. Se quedó paralizado viendo avanzar la figura, que poco a poco se volvió cada vez más nítida. La luz fue dando paso a lo que sin duda era un hombre. Debía medir por lo menos metro noventa, tenía los hombros como si fuese un jugador de fútbol americano y el rosto ensombrecido. El pelo le caía por los hombros, despeinado y a pesar de la oscuridad podía ver como sus ojos estaban clavados en él.
Richard reaccionó tarde, pues cuando intentó escapar el hombre o lo que fuese, le sujetó por el cuello empujándolo hacia el callejón del que él acababa de salir. El ejecutivo se tambaleó, hasta que el potente brazo que le sujetaba le soltó, haciendo que cayese entre los desperdicios de la basura. Richard sabía que aquel hombre iba matarlo, pero aún así no pudo moverse ni gritar, mientras esperaba un ataque que no llegó. Se quedó inmóvil y casi sin respirar mientras escuchaba como el hombre hablaba.
- Sal de donde estés- su voz era segura y contenía un desprecio innegable. Richard pensó que se refería a él, pero cuando vio que continuaba hablando se dejó estar. Quizá todavía tendría una posibilidad de escapar.
- Me has jodido el día de descanso, así que no me hagas esperar- murmuró mientras el ejecutivo escuchaba un ruido metálico. No pudo evitar moverse un poco y así vio como el hombre desenfundaba una espada enorme que parecía haber llevado a la espalda, debajo de un abrigo oscuro que le llegaba casi hasta las rodillas. Los ojos se le abrieron como platos y trató de apartarse, buscar una manera de escapar sin que el tipo se diese cuenta. Entonces lo escuchó, casi como un eco lejano.
- ¿Quién eres? ¿Por qué puedes verme?- era la misma voz de su cabeza pero la escuchaba desde afuera. Miró la figura del hombre que empuñaba el arma pero estaba sólo, no había nadie alrededor excepto él. Genial, un aficionado- murmuró para sí la mole. - Estoy muy cansado para presentaciones, porque no acabamos cuanto antes- replicó entonces en alto mientras se movía hacia la derecha donde sólo parecía haber una pared. Sus movimientos más que pericia demostraban fastidio, como si todo aquello le resultase un gran inconveniente.
A pesar de que Richard sabía que tenía que intentar escapar, no podía mover ni un sólo músculo, mientras observaba al hombre girar sobre sí mismo y empuñar la espada que apuntaba indiscutiblemente a la pared. Si el ejecutivo no hubiese escuchado aquella voz se pensaría que el hombre estaba loco, pero había una fría determinación en sus gestos que lo desmentía. De repente y a pesar del silencio que prosiguió, la mole volvió a girar hacia donde se encontraba él y bajó la espada como si se hubiese rendido a la evidencia de que allí no había nadie.
Cuando comenzó a caminar hacia él, Richard cayó hacia atrás tratando de alejarse aún sin poder dejar de mirarlo. Pero no fue él lo que hizo que el corazón prácticamente le dejara de latir, sino lo que surgió a su espalda. Una figura completamente oscura, como una especie de sombra atravesó la pared como si de una fina película de agua se tratase. El ejecutivo a penas tuvo tiempo de reaccionar, cuando la mole posicionó uno de sus pies muy cerca de su cuerpo, mientras con el otro se echaba hacia atrás empuñando la espada. Sin detenerse a mirar a su espalda, sujetó la empuñadura con ambas manos y asestó por debajo de su brazo una estocada que atravesó a la sombra.
Richard no tuvo tiempo de pensar en que aquello no podía ser verdad, cuando la extraña figura oscura pareció sumirse en llamas que la consumieron con rapidez, mientras la voz que le había atormentado profería un último chillido que hizo que se le helaran las venas en el cuerpo. Cuando todo terminó y por fin pudo soltar el aire que se le había atorado en la garganta, la mole, de la que ya no estaba tan seguro que fuese un hombre, caminaba hacia a él mientras volvía a guardar la espada a su espalda. Sin muchos miramientos le agarró del cuello e hizo que se levantara.
Aunque el ejecutivo no se consideraba de gran tamaño sabía cual era su peso y aquel hombre no debía haberlo levantado con tanta facilidad. Luego le acercó a su cara y Richard quedó de repente sumido en aquellos ojos que parecían sondearlo por dentro. Incapaz de moverse o hablar vio como le soltaba de nuevo sin mediar palabra y se giraba hacia el cuerpo de la chica. Las piernas ya temblorosas del neoyorkino le tiraron de nuevo al suelo mientras veía como el hombre caminaba hasta el cuerpo de la chica y se arrodillaba a su lado. En vez de buscarle el pulso, éste le puso una mano en la frente como si pudiese sentir la vida o la muerte fluir por ella. Después sacó algo del bolsillo que Richard sólo distinguió cuando él comenzó hablar. Estaba llamando a urgencias.
En cuanto colgó volvió a levantarse y a dirigirse hacia a él. Esta vez el ejecutivo logró que sus extremidades le respondieran y con escasa rapidez se arrastró por el suelo para alejarse de la mole hasta que chocó con la pared. Pero él no se desvió ni para mirarlo antes de abandonar el callejón.
Al quedarse solo el ejecutivo trató de tranquilizarse, inspiró y aspiró como había visto en la televisión. Poco a poco reaccionó mientras su mente trataba de buscar una respuesta coherente a lo que había visto. Seguro que había sido el alcohol o algún tipo de droga, eso era. Abrió los ojos y apoyándose en la pared logró incorporarse con mucha dificultad. Los olores del sitio empezaron a invadir sus fosas nasales, dándose cuenta de como estaba su traje. Si el efecto de las drogas le había abandonado era hora de volver a casa. Ni siquiera trató de mirar en dirección al callejón, no le hacía falta, todo había sido una alucinación.
Caminó con calma pero en cuanto llegó al borde de la acera un flash de lo ocurrido con la mujer atravesó su mente haciéndole perder el equilibrio y allí sólo pudo retorcerse mientras sentía el miedo de ella, la falta de aire cuando unos dedos invisibles presionaban en su cuello cada vez más fuerte. Solamente na frase le venía a la cabeza, lo único que los policías lograron que dijese cuando encontraron su cuerpo acurrucado entre los contenedores de basura: “Tengo que pagar por lo que hice.”
***
La noche fría y húmeda de Manhattan comenzaba a sentirse en la piel pero él ya había perdido cualquier interés por ella. Vislumbró su corvette solitario en la calle y caminó hacia él dándole ganas de reírse a carcajadas, ya que hubiese apostado cualquier cosa a que aquellas alturas alguien ya lo habría robado. Antes de subirse al asiento del conductor, sacó su mandoble de debajo del abrigo y lo colocó a los pies del reducido asiento trasero. Quizá cualquier otro coche hubiese sido más apropiado para su tarea o su forma de ser, pero en los últimos tiempos había adquirido una malsana atracción por la velocidad que le hacía olvidar al menos por un tiempo lo cansado que estaba de todo aquello.
Subió a su coche y se dirigió sin a penas mirar semáforos o peatones a Washington Heights, donde se alojaba, al menos por el momento. No era la mejor zona de New York pero allí había encontrado lo que necesitaba para su estancia en la ciudad que ya se prolongaba demasiado. Mucho espacio, poca gente y discreción. Poco después metía el morro del corvette en el garaje de un edificio que a simple vista parecía antiguo y cuya fachada necesitaba algo más que una capa de pintura. Aparcó de un sólo giro y sacó su metro noventa del coche con algo de dificultad.
Recogió su mandoble para volver a colocarlo a su espalda y fue hasta el montacargas. Sentía el cuerpo pesado y un hastío que le perseguía casi desde principios de siglo. Subió al último piso ya que a pesar de que todo el edificio era suyo, sólo había rehabilitado aquella parte que sabía que sería más susceptible a la entrada del sol y se dejó caer contra la pared. Estaba seguro que el tiempo se le acababa pero no quería pensar en ello, no quería saber porque ya casi tenía que comer cada varios días, porque tenía que dormir cada cuarenta y ocho horas cuando antes sólo dormía una vez al mes. El habitual bote del montacargas al llegar a su piso le sacó de sus pensamientos. Al ver que la luz del salón estaba encendida pensó que algún estúpido ladrón se había atrevido a entrar en su casa, pero al oír el ruido inconfundible de un televisor se relajó. Sólo era el estúpido de Jake.
Caminó hasta las escaleras de caracol que comunicaban con su habitación y subió sin mirar al inquilino indeseado. Lo que más le había gustado de aquel sitio cuando lo compró era el espacio. Se podía estar en el mismo piso sin tener que dirigirse la palabra y teniendo a Jake de responsabilidad eso suponía toda una bendición. En su habitación desde la que se veía prácticamente todo Manhattan a través del enorme ventanal que iba de pared a pared, se quitó el abrigo y lo colgó de uno de los percheros. Después soltó la funda de su mandoble que le cruzaba imperceptiblemente el pecho y lo apoyó todo en un sillón que había habilitado al efecto.
Una vez liberado de pesos sacó una camisa y unos pantalones de lino y con precisión militar intercambió el traje de Armani por las toscas vestiduras. Una vez descalzo se sintió de nuevo como él mismo. Sin más se tumbó en su gigantesca cama y apagó las lámparas que iluminaban el cuarto, obviando las demás que destacaban en el lujoso loft. Poco tiempo pasó antes de que el ruido de la televisión cesase y unos incómodos pasos se escuchasen en el piso de abajo. ¡¡¡Caleb!!!
A pesar de que el grito podía haber roto los tímpanos de los habitantes de San Francisco ni un solo murmullo surgió en contestación. Así que Jake no tuvo otra solución que subir los peldaños sabiendo que sería pasto de los tiburones. Cuando llegó arriba se quedó cerca de las escaleras como método de defensa. - ¿Estás despierto?- murmuró hacia la cama iluminada por la luz de la luna. Si no lo estaba, ¿no crees que ese grito podría haberme despertado?- preguntó el hombre que había sido como un padre para él, antes de suspirar sonoramente. - ¿Qué haces aquí, Jake?. Recuerdo haberte ordenado comprar una casa bien lejos de la mía en cuanto cumpliste los veinticinco.
- Todavía no tengo veinticinco pero prometo recordarlo- contestó él con su habitual tono irónico. - Sólo quería avisarte de un mensaje muy extraño que han dejado en el contestador. Parece urgente ya que el tipo sonaba bastante acelerado y yo diría por la extraña jerga, que hablaba chino por lo menos.
Jake casi pudo sentir la curiosidad acompañada del habitual ceño fruncido de Caleb sobre él, antes de que éste se levantara de la cama. Su ya familiar mirada a penas se cruzó con la suya antes de que el hombre lo apartase para bajar las escaleras hasta el piso de abajo. Gracias a su estatura en dos zancadas se plantó frente al teléfono y apretó el botón del contestador.
Jake nunca se había preguntado si Caleb era algún tipo de familiar porque sólo le hacía falta mirarlo para ver que no tenían nada que ver: medía cerca de los dos metros mientras que él a sus veintitrés años llegaba sólo al metro ochenta; tenía el pelo casi rubio y los ojos claros, de un color entre el verde y el azul que nadie se atrevía a definir mientras que él tenía el pelo negro y los ojos castaños. Muchas veces le había preguntado porque se había hecho cargo de él cuando apenas era un bebé pero siempre le decía lo mismo: “estaba en el lugar y momento equivocados”.
La voz del contestador comenzó a sonar tras el pitido inicial. A pesar de aquel idioma extraño, por la modulación se podía distinguir que el interlocutor era un hombre adulto que estaba muy nervioso o tenía mucho miedo, pensó Jake bajando para volver a tumbarse en el sofá.
Caleb volvió a escuchar el mensaje un par de veces más antes de apagar el contestador. Su actitud había cambiado, su cuerpo parecía haberse vuelto de piedra como demostraba la rigidez de su mandíbula. Cuando se volvió hacia el chico que se tendía insolente en el sofá, una sonrisa maliciosa se dibujó en su cara haciendo a Jake preocuparse de verdad. Pocas veces le había visto sonreír y mucho menos de aquella manera. Se levantó hasta sentarse y le miró extrañado.
- ¿Qué pasa?. ¿No me digas que nos ha tocado la lotería?- preguntó con ironía. Jake no sabía a cuánto ascendía el patrimonio de su padre adoptivo pero estaba seguro que la suma tendría más ceros de los que había visto en toda su vida.
Caleb bordeó el sofá hasta llegar a una distancia lo suficientemente corta como para arrearla una colleja al chaval. - ¿Así que chino eh?- murmuró antes de echarse a reír haciendo que Jake empezase a temblar. - No sé para que te pago los estudios.
Jake se levantó del sofá y le siguió hasta la cocina. Allí se sentó en una de las banquetas de la barra americana y miró como le servía un vaso de leche. Desde que era pequeño había sido para ellos como un ritual. Las pocas veces que se veían en las vacaciones del colegio, Caleb le ponía un vaso de leche, daba igual que hubiesen pasado casi veinte años de aquello. Jake no gurgutó ya que aún recordaba la única vez cuando había cumplido los diecisiete y en plena rebeldía adolescente le había dicho que ya era un hombre y que quería una cerveza.
Ya sé que no me vas a contar nada pero lo voy a intentar: que te hace tan feliz, papi- exclamó mientras se bebía el vaso de leche. La tenebrosa sonrisa desapareció de su cara como Jake sabía que pasaría. - Ya te he dicho mil veces que no quiero que me llames papi- gruñó antes de sentarse frente a él. Tras un tenso silencio optó por decir lo que podía. Jake sabía que él nunca mentía pero sabía omitir las cosas mejor que nadie. - Digamos que encontré algo que llevaba mucho tiempo buscando. Mañana mismo parto para España. ¿España?¿Y qué demonios puedes encontrar tú en España?- no hubo terminado cuando se dio cuenta de lo que había dicho. Encogió el cuello para recibir la colleja de costumbre pero esta no llegó.
- Has dado en la diana, Jake. Justo en la diana- dijo Caleb pensativo mientras salía de la cocina para subir al piso de arriba. No estaba dispuesto a esperar al día siguiente, tomaría el primer avión que saliese del continente o fletaría el suyo propio.
Jake no podía estar más intrigado. Hacía tiempo que había optado por no tratar de averiguar algo acerca de los múltiples secretos que rodeaban a su padre adoptivo pues al haber descartado la venta de armas y el narcotráfico se había quedado sin ideas, pero en aquel momento como movido por un resorte fue hasta el contestador. Una idea se le cruzó la mente podía buscar un traductor y enseñarle la cinta con el mensaje o probar con algo por internet, pero antes de llegar vio el número de los mensajes que relucía en rojo desde su localización. Caleb ya se había ocupado de borrarlo.
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| | | Joana Miembro del "Club Albariño"
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| | | | anarion Miembro de "La Familia"
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| Tema: Re: Caleb Miér Dic 05, 2012 12:54 pm | |
| ¿cuándo es? uffff no sé, a mí me queda muy a desmano. Pero se podría intentar. | |
| | | yuls
Cantidad de envíos : 84 Fecha de inscripción : 04/07/2011
| Tema: Re: Caleb Miér Dic 05, 2012 11:18 pm | |
| - anarion escribió:
- ¿cuándo es? uffff no sé, a mí me queda muy a desmano. Pero se podría intentar.
Es ahora en Febrero. El finde del 8,9 y 10. Te dejo el enlace para que veas todos los datos. http://www.yoleora.com/2012/11/iii-encuentro-ra_26.html | |
| | | anarion Miembro de "La Familia"
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| | | | yuls
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| Tema: Re: Caleb Mar Dic 11, 2012 12:25 pm | |
| - anarion escribió:
- Voy a ser sincera, yo si voy a este tipo de cosas es para estar con la gente, y ni siquiera toda la gente, sólo con algunas personas. Así que ir, para aguantar charlas que no me interesan... pues como que no me atrae. Prefiero ahorrarme la pasta y largarme un finde a asturias y que me llevéis a donde os plazca, pero sin estar atadas por un programa aburrido.
Además iría con Fátima, y Fátima tiene poca tolerancia con estos eventos, enseguida se aburre. Yaaa, también. A mi alguna conferencia si que me gustó en Coruña pero vamos yo lo uso de excusa pa tener un finde turístico jajaja. Tuve en Madrid dos veces y nunca vi nada y eso que tengo familia alli. Ya toy preparando una ruta turística y too. Además asi conozco a gente con la que me trataba por los foros, este Febrero tengo ganas de conocer a Mar Carrión y a Ana R. Vivo. Sobre lo de venir ya sabéis que cuando querais, si cuadra que no tengo a nadie en el piso puedo dejaros hasta habitación, vaya peligro | |
| | | anarion Miembro de "La Familia"
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| Tema: Re: Caleb Mar Dic 11, 2012 7:41 pm | |
| Oooooooooooooooooooh, ¿leíste troll? que nos hacen un hueco jajaj Su, si hubieras venido a Coruña, ya hubieras conocidop a mar y ana, Bueno, si no vas a ir a todas las charlas, pues entonces sería cosa de pensarlo. Eso sí, yo me iría a Hollyday, porque son 50 euros con desayuno y si Joana se apunta ella sóla, compartiríamos habitación todas, porque son de hasta 4 personas. juas, 50 pavos con desayuno para cuatro, un chollo. Más que nada porque al ir por libre (porque yo no iría a ninguna charla), pues alojarme en el mismo hotel y pagar más como que no. Y así a ver si ke da tiempo a hacer cosas que no hice de la otra vez, como ir al museo de cera, comer en el hard rock café (esto es puro capricho) y alguna cosilla más. Edito: A ver si uno a Pucho y Mary para la causa, que a Pucho también le quedo la espinita de comer en el hard rock café
Última edición por anarion el Mar Dic 11, 2012 7:50 pm, editado 1 vez | |
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