Sarah Stevens tiene un trabajo que sorprende a la gente que la rodea, es mayordomo en la casa del juez Roberts. Le encanta su trabajo y lo ve como el medio para conseguir un fin; un viaje alrededor del mundo durante un año. Sabe que el juez ya tiene una edad avanzada y quizás después de ese trabajo se tome ese año sabático que está deseando.
Sarah es una mujer que entrena a diario, no en vano es hija y hermana de militares; sabe diferentes técnicas de defensa y por eso ha sido elegida por los hijos del juez no sólo para acompañarle sino también para protegerle; puesto que ha recibido diversas amenazas. Una noche, unos desconocidos irrumpen en la casa intentando perpetrar un robo y Sarah consigue hacerles frente. Por ese hecho se hace famosa, sale en algunos medios de comunicación, animada por el juez, que está encantado con la notoriedad de su mayordomo.
El robo en casa de su jefe los pone en contacto con Tom Canhill, policía de la zona. Un hombre divorciado y poco sonriente que hace sentir a Sarah como una mosca ante un microscopio. Este primer encuentro causa en ambos una gran impresión, porque se sienten atraídos, aunque cada uno de ellos tiene sus razones para querer huir de esa atracción.
El asesinato del juez Roberts va a colocar a Sarah en el punto de mira de Canhill. Para él es la principal sospechosa del homicidio, aunque aparentemente parece tener coartada, él como buen detective no puede descartarla como culpable. Se dará cuenta entonces que la gran atracción que siente por esa mujer no se ve disminuida por las circunstancias, muy al contrario no puede evitar pensar en ella. Y eso le cabrea, porque no quiere tener relación con ninguna mujer, salvo sexo, bastante dolido quedó después del divorcio, cuando su mujer intentó exprimirlo como si fuese un limón.
Sarah también se siente atraída por Canhill, aunque reconoce que es una persona con un carácter seco, poco sonriente y con la delicadeza de un tanque; pero aún así algo en él le llama la atención. Quizás en otro momento pudiese plantearse una relación con él, pero no está dispuesta a implicarse con nadie, su objetivo del viaje podría verse entorpecido.
Estamos ante el típico libro Howard. Canhill cumple todos los estereotipos de hombre Howard, con un cuerpo bien trabajadito en el gimnasio, su prepotencia, la forma de encarar la relación cuando se decide, para él no hay medias tintas, lo aceptas o lo aceptas, cavernícola total. Justo el tipo de protagonista masculino que no me gusta, pero que no puedo evitar que me haga gracia. Para este hombre la ternura debe ser el titulo de una película. En cuanto decide iniciar su relación con Sarah, sabe lo que quiere y lo coloca sobre la mesa sin medias tintas.
En cuanto a Sarah, es la pareja perfecta para semejante espécimen, porque puede hacerle frente incluso en la lucha cuerpo a cuerpo.
Como en todos los libros de esta escritora las escenas hot están presentes, ¡¡¡por fin!!! he podido leer la escena del tatami, bien relatadita como sólo la Howard sabe.
La trama policial es complicada, al asesino el lector lo reconoce por sus pensamientos plasmados en los distintos capitulos, pero en principio no está claro quién puede ser.
En resumen, si os gusta Linda Howard, este libro también os gustará, porque cumple los requisitos básicos de esta escritora en cuanto a la relación de pareja y adereza la historia con una serie de muertes que parecen estar totalmente relacionadas con Sarah y que crearán en Canhill la sensación de que ha perdido su olfato como detective.
Para mí no es el mejor libro que tiene, pero he pasado un rato distendido con su lectura. Como siempre la combinación de argumento policial con una dosis de romanticismo consigue enganchar al lector, pero hay que ser seguidoras de Howard, de lo contrario podríais sentiros decepcionadas, ya que tiene libros cien veces mejores